Infancias robadas: la violencia de las pandillas en El Salvador

Infancias robadas: la violencia de las pandillas en El Salvador





Imagen del UNICEF: A boy in El Salvador
© UNICEF El Salvador/ 2017/ Martinez
Los dos niños llevan cuatro años sin ir a la escuela, pero no son los únicos: más de 15.000 estudiantes abandonaron la escuela en 2015 a causa de la violencia, según informa el Ministerio de Educación.


Por Michelle Centeno

SAN SALVADOR, El Salvador, 24 de noviembre de 2017 – Las lágrimas caen por su rostro. Entre sollozos, describe el sufrimiento que ha sufrido su familia a manos de una de las bandas callejeras más peligrosas del mundo. Hace una pausa, toma aliento y se seca las lágrimas.

Lorena* es madre de cuatro. Vive con su marido Julio y sus hijos en un barrio marginal de San Salvador, uno de los lugares más violentos de El Salvador.

La familia regentaba un pequeño negocio fuera de su hogar. En enero de 2013, los miembros de una banda se presentaron en su casa y les pidieron dinero.

Presas del miedo, decidieron dárselo. Como no tenían efectivo, les entregaron parte de sus existencias. La banda los amenazó de muerte si denunciaban lo ocurrido a la policía.

Los miembros de la banda siguieron acudiendo a su casa durante meses, hasta que un día Julio les dijo que no podían pagarles más. Unos días después, 20 miembros de la banda llegaron allí armados, y comenzaron a golpear la puerta y a pedirles dinero.

Amenazaron y agredieron a toda la familia, incluidos los niños. Les dijeron que, si querían seguir con vida, tenían 72 horas para reunir 10.000 dólares.

Como sabían que sería imposible reunir tal cantidad, empaquetaron lo que pudieron y escaparon. No podían permitirse llegar muy lejos, así que tuvieron que conformarse con reubicarse en otra parte de la ciudad controlada por una banda adversaria.

Desde que huyeron, las represalias han sido bestiales: un pariente de la familia fue despedazado y a otro lo asesinaron de un tiro. Ellos siguen recibiendo amenazas y viven con el miedo constante de lo que pueda pasar después.






Imagen del UNICEF: A no guns allowed sign in El Salvador
© UNICEF/UN0126899/Heger
Un signo estropeado indica que las armas están prohibidas. El Salvador registra la tasa más alta de asesinatos de todo el mundo: en 2015, hubo 103 homicidios por cada 100.000 residentes.

Unos niños que no pueden ser niños

Sus hijos mayores, Bryan, de 14 años, y Jaime, de 16, llevan cuatro años sin ir a la escuela. Pero no son los únicos: según el Ministerio de Educación, más de 15.000 estudiantes abandonaron la escuela en 2015 a causa de la violencia.

Después de que asesinaran a sus familiares, los niños tuvieron que dejar de jugar en la calle. Los dos están convencidos de que ellos también morirán.

“¿Por qué lo hicieron? No habíamos hecho nada malo”, dice Bryan, mientras Jaime pone la cabeza sobre la mesa y solloza. No hay una respuesta posible. ¿Por qué iba alguien a robarle su infancia a unos niños inocentes que merecen jugar, ir a la escuela y tener una vida normal?

Los niños sueñan con “un lugar bonito que sea seguro y en el que podamos conocer a gente buena, trabajar para ayudar a la familia y tener una educación”. Pero en sus ojos no hay esperanza: solo un reflejo de los años vividos con miedo y en escondites.

Imagen del UNICEF: Children play with toys in El Salvador
© UNICEF El Salvador/ 2017/ Martinez
Dos de los niños juegan en casa. El Salvador registra una de las tasas más altas de todo el mundo de homicidios entre adolescentes.

Unos padres que no pueden proteger a sus hijos

Julio piensa en cómo era su vida antes de que ocurriera todo esto. Recuerda vivir humildemente en el campo, en paz y sin que nunca les faltara comida. Ahora, sin embargo, todo es angustia, miedo y pobreza.

“No puedo permitir que salgan, porque creemos que nos matarán. Ni siquiera podemos dormir por la noche. Mi mujer y yo nos turnamos para hacer guardia”, asegura.

Sienten que sus vidas penden de un hilo. Las palabras dejan de tener significado cuando no hay forma de garantizar su protección ni la posibilidad de un futuro seguro. Tristemente, esta incertidumbre es una realidad a la que se enfrentan miles de personas como ellos, en su país y en su región.

La familia denunció su caso en el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), que está trabajando con algunas organizaciones de las Naciones Unidas como UNICEF y ACNUR para ayudarlos. Si se considera que la familia cumple con los requisitos, les darán asilo y los enviarán a una ubicación segura.

La oficina de UNICEF en El Salvador se ha asociado con el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA) para colaborar en los casos de desplazamientos y migraciones forzadas, así como ayudar a ubicar a familias vulnerables en hogares seguros. Aún se necesitan recursos y asistencia para reforzar las iniciativas de protección.

*Los nombres se han cambiado para proteger la identidad de la familia.


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En uno de los barrios más peligrosos de El Salvador, un padre crea un futuro más brillante para sus hijos

















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