Océano Antártico: un tesoro de todos, pero en manos de dos países

Las posibilidades de proteger los mares antárticos mucho más que ahora –apenas un 4,6% por completo y un 12% de forma parcial– están en el aire en 2020. Pese a la apuesta decidida de la mayoría de los países, como España, que este año preside la reunión donde se dirime el asunto, el problema para lograrlo sigue estando en manos de Rusia y China. Y sin unanimidad, no hay cambio posible.

El asunto se negocia desde este lunes en el seno de la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Antárticos (CCAMLR, por sus siglas en inglés), un acuerdo internacional aprobado en Australia hace 28 años como parte del Tratado Antártico. Su objetivo fue poner freno al expolio de los Mares del Sur, para el que hasta entonces había barra libre. Preocupaba especialmente la masacre del krill, un crustáceo de demanda en alza que es básico en la alimentación de la fauna polar, pero también de otras especies marinas, las conocidas (merluza austral o draco rayado) y las que aún ni siquiera han sido descritas por la ciencia. Además, se sabe que la pesca de fondo causa daños en sus montes submarinos, los respiraderos hidrotérmicos, los corales de aguas frías o sus campos de esponjas.

Con esta convención –de la que forman parte 24 estados miembros y la Unión Europea– se puso en marcha un sistema de cuotas de capturas para que fueran sostenibles siguiendo directrices científicas. Pero pronto se vio que no bastaba. Los científicos comprobaron que hay áreas marinas únicas en la Tierra que requerían una mayor protección, es decir, convertirse en santuarios sin pesca y sin posibilidad de extraer ningún recurso natural.

Hay que recordar que desde 1998 estos controles de las cuotas los realizan buques oficiales de países geográficamente cercanos, pero es un inmenso océano de más de 20 millones de kilómetros cuadrados complejo de vigilar. La propia CCAMLR reconoce que hay aún «demasiada pesca ilegal, no declarada y no reglamentada»; en otras palabras, que hay barcos que violan la normativa, otros que declaran menos capturas de las reales y también los hay que, sencillamente, enarbolan banderas de países ajenos a la Convención para evitar sanciones.

Lo conseguido en áreas protegidas en estos 28 años se resume pronto: primero, se aprobó una pequeña Área Marina Protegida (MPA, en inglés) en las islas Orcadas del Sur en 2009 con 94.000 kilómetros cuadrados. Le siguió una segunda en el Mar de Ross, en 2016, gracias a la que se logró preservar dos millones de kilómetros cuadrados que son fundamentales: allí surgen nutrientes que  se transportan a través de las corrientes alrededor del mundo. En concreto, hoy en Ross, que toma su nombre de un gran navegante inglés que descubrió esa costa, hay una zona libre de pesca de 1,5 millones de kilómetros cuadrados y otra en la que se pueden capturar peces y krill, pero solo con fines científicos, para el seguimiento del ecosistema.

Las negociaciones para convencer a China y Rusia para proteger ese valioso mar fueron arduas, pero se logró al menos durante 35 años, fecha límite puesta como condición para que Vladimir Putin diera su brazo a torcer. También influyó que había declarado el 2017 como Año de la Ecología en Rusia.

Un año después, en 2018, Greenpeace llegó a recoger tres millones de firmas en apoyo para crear un nuevo santuario en otra zona vulnerable: el Mar de Wedell, con 1,8 millones de kilómetros cuadrados. Su campaña de cara a la convención de ese año dio la vuelta al mundo gracias al documental protagonizado por los hermanos Javier y Carlos Bardem, pero al final en la CCAMLR se desestimó con votos en contra de Noruega, China y Rusia, reacias a dejar de pescar el codiciado krill. Alegaron que no había estudios suficientes sobre los impactos que generaba su actividad extractora.

No obstante, si algo han puesto en evidencia científicos de todo el mundo que trabajan en la Antártida es que lo conseguido hasta ahora para proteger este prístino lugar de la Tierra no es suficiente. Tras dos décadas de parón en el calentamiento antártico, los dos últimos años ha vuelto a registrarse un alto deshielo generado por temperaturas que han subido alcanzando récords que no veían en décadas, a la vez que se ha disparado el turismo. ¿Es posible seguir explotando los mares que rodean este continente como hasta ahora en estas circunstancias? Los investigadores dicen que hay que actuar ya y que el futuro del Antártico pasa por crear zonas santuario en hasta cuatro millones de kilómetros cuadrados, que son las áreas más vulnerables.

En 2019, sobre la mesa de la reunión de la Convención internacional celebrada en Australia estuvo ya esta propuesta, que consiste en proteger el Mar de Weddell y –para algunos lo más urgente entre lo urgente–, la Península Antártica occidental. Y hubo un gran debate, pero sin resultados. El cambio más importante ha sido que Noruega, que era reticente, ahora si que apoyaría su creación, pero no es el caso de Rusia y China.

Con este panorama llega esta reunión de 2020 que preside España, muy interesada en que se logre avanzar, pero que parte con el hándicap de que se celebra de forma virtual por la covid-19. Hay quien cree que es esperanzador que el presidente chino Xi Jimping hiciera un llamamiento a favor de convocar una Cumbre de la Biodiversidad en la última Asamblea de la ONU y asegurara que será un tema fundamental en su país ¿Cómo quedaría si lo que promete para China lo incumple en un lugar tan emblemático como la Antártida?

En contra, está que en China se ha puesto de moda el aceite de krill, cuya demanda podría aumentar hasta multiplicar por cuatro la producción global actual, según algunos analistas del sector. De hecho, prepara una gran fábrica en la ciudad de Haimen para procesar hasta 50.000 toneladas de krill al año.

Otra cosa es el caso de Rusia. No solo temen que no les dejen pescar en el sur del mundo, sino que lo aprobado para la Antártida basándose en criterios científicos ambientales, pueda ser aplicado a otras zonas de alta mar, como el Ártico, amenazando su soberanía.

Por ello, estos días hay una gran campaña internacional de presión de investigadores, activistas y políticos. La Tierra tiene 360 millones de kilómetros cuadrados de mares. Solo el 12% de las aguas territoriales, es decir, las gestionadas por los países, están protegidas, unos 43 millones. El Antártico, frío y inhóspito para los humanos, es el gran desconocido tesoro de la Tierra. Las tres áreas a proteger serían un gran paso adelante de potencias económicas que, por otro lado, se encuentran entre las más contaminantes del mundo, por tanto entre las que más contribuyen al calentamiento antártico: uno, China, porque se ha convertido en la fábrica global y el otro, Rusia, porque es un gran suministrador de la energía contaminante, petróleo y gas, que está deshaciendo los hielos.

Publicado por Rosa Tristán en El País.

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