El Secretario General de las Naciones Unidas enfatizó este miércoles en el Consejo de Seguridad la importancia de los líderes religiosos a quienes calificó de “aliados vitales” en la búsqueda de la paz mundial.
En una sesión del Órgano dedicada a «los valores de la fraternidad humana en la promoción y el mantenimiento de la paz», António Guterres fundamentó esa afirmación citando a uno de sus predecesores en el cargo, el ex Secretario General Dag Hammarskjöld.
“Las Naciones Unidas están fuera -necesariamente fuera- de todas las confesiones, pero son, no obstante, un instrumento de fe. Como tal, se inspira en lo que une y no en lo que divide a las grandes religiones del mundo», afirmó Guterres.
El titular de la ONU destacó que todas las grandes confesiones invocan los preceptos de fraternidad humana, respeto mutuo y comprensión, unos valores universales que “inspiran la Carta de las Naciones Unidas y constituyen el núcleo de las tareas de la organización en favor de la paz, la justicia y los derechos humanos.
Como prueba de ello, recordó que el mantenimiento de la paz y la prevención de la guerra “es la razón de ser de este Consejo”.
Aunque el Secretario General indicó que estas amenazas a la paz adoptan muchas formas, desde la competencia por el poder y los recursos hasta las violaciones de los derechos humanos, singularizó un denominador común en el inicio y la escalada de los conflictos: el odio al prójimo.
“Es el catalizador de la polarización y la radicalización, y el conducto de crímenes atroces. (…) Engrasa las ruedas de la violencia, deshilacha el tejido social y corroe los pilares de la estabilidad. En resumen, suele ser el corazón sangriento de los conflictos. Y ese corazón bombea veneno y división por todo el flujo sanguíneo del organismo político mundial”, denunció.
Todo ello, en un momento en el que presenciamos una oleada mundial de xenofobia, racismo e intolerancia, misoginia violenta, odio contra los musulmanes, antisemitismo virulento y ataques a comunidades cristianas minoritarias.
Guterres explicó que males como la demonización del otro, el desprecio a la diversidad y a los derechos no son nuevos, sino que la novedad radica en la velocidad en la que se propagan y su alcance.
“Las redes sociales permiten a los incitadores al odio utilizar un megáfono mundial. Hoy en día, ninguna conspiración es suficientemente escandalosa como para no encontrar una amplia audiencia; ninguna falsedad es demasiado absurda como para alimentar un desenfreno en internet”, destacó.
Las amenazas también afectan a la ONU
El Secretario General alertó que estas amenazas también afectan a la ONU. Como muestra de ello, señaló que una encuesta realizada entre el personal de mantenimiento de la paz de la Organización reveló que el 75% de estas personas considera la desinformación una amenaza directa para su seguridad.
“En la República Democrática del Congo y en la República Centroafricana, el discurso del odio se ha utilizado para denigrar a las minorías, y las campañas de desinformación han difamado y amenazado con mentiras a las fuerzas de paz de la ONU y a los trabajadores humanitarios”, explicó a modo de ejemplo.
Medidas para combatir el odio
Ante la amplia proliferación del odio, emplazó “a fortalecer conjuntamente nuestras defensas” frenando la proliferación del odio en internet, invirtiendo en cohesión social y fortaleciendo los valores de compasión, respeto y fraternidad humana.
Para combatir el primer apartado, destacó el lanzamiento esta semana de un informe de políticas para promover la integridad de la información en las plataformas digitales y recordó que la ONU sigue trabajando en un Pacto Digital Mundial para un futuro digital abierto, libre, inclusivo y seguro para todos.
En segundo lugar, indicó la necesidad de reconocer la diversidad como una riqueza de todas las sociedades, no como una amenaza.
“Tenemos que garantizar que cada comunidad se sienta respetada en su identidad única al tiempo que se siente valorada como parte integrante de la sociedad en su conjunto”, afirmó.
Por último, manifestó que los valores de compasión, respeto y fraternidad humana, basados en las normas internacionales de derechos humanos, “son nuestro mejor antídoto contra el veneno de la discordia y la división” y que requieren la movilización de las organizaciones internacionales, los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado.